Pintor inglés. De él se ha dicho, quizá con un punto de exageración, que es el mejor pintor británico de todos los tiempos. Lo que no admite duda es su condición de mejor retratista británico de la historia. Estudió pintura en Londres de 1740 a 1743 con Hudson, y tras un primer período de actividad en su Devonshire natal, se trasladó a Italia, donde permaneció de 1750 a 1752.
El estudio de la pintura de los siglos XVI y XVII, y también la de los clásicos que realizó fundamentalmente en Roma, resultó decisivo para su evolución posterior, en particular para la creación y desarrollo de lo que denominó grand style, que no es sino dotar a los modelos de sus retratos de actitudes inspiradas en obras religiosas o mitológicas del pasado y adoptar para sus obras soluciones cromáticas extraídas de los grandes maestros de la pintura.
Cuando un año después de establecerse en Londres, en 1754, se conoció su retrato de El comodoro Keppel, la fama le llegó de inmediato. A partir de entonces tuvo ocasión de retratar a todas las grandes figuras de la vida londinense de la época, de quienes dio una visión personalizada, en la que cada personaje resulta único. Su constancia en el trabajo le permitió pintar tal cantidad de retratos que llegó a amasar una fortuna inmensa.
Por ello, y pese a su origen provinciano, se movió con soltura y dignidad entre las capas más altas de la sociedad británica, con lo que contribuyó decisivamente a dignificar en su país la figura del artista. Tras la fundación, en 1768, de la Royal Academy, fue su primer presidente, y a dirigir la institución se dedicó en lo sucesivo, ya que la ceguera le impidió proseguir la actividad pictórica. Son famosos los quince discursos que pronunció, expresión paradigmática de la doctrina académica.
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